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miércoles, 1 de agosto de 2012

¿Sashimi o Ceviche?

Por: Samurái en siglo 21

Viajé al Perú después de muchos años de ausencia, con la decisión de darme un “tour gastronómico”, después de tantos años fuera del país, mi sueño era saborear nuevamente, todo aquello que mi estomago aguantase.

Voy a ir “fusionando” mi relato con un poco de historia, ya que sabemos comer, pero a veces desconocemos el origen de nuestra cocina, en especial quien les escribe

Dicen los grandes del gourmet, que la comida criolla,es el resultado del mestizaje de cuatro continentes, esto, nos trae a los comensales a deleitar de una gama de variantes, como por ejemplo: la influencia en los “postres” de los árabes, “la comida criolla”, de los africanos, “las pastas y los panes”, de los italianos, “los saltados”, de los chinos y el uso “de mariscos y pescados crudos” de la comida nikkei, también dicen que el ceviche es un derivado del sashimi, pescado crudo con limón y sal

Hoy quiero profundizar en “la comida nikkei”, o quedo mal con mi propio nombre, “Samurái en siglo 21”, o sea yo, que soy descendiente neto de samuráis, (no necesito confirmar esto porque mi abuelo, se abrocha el cinturón del carro, como si guardara su katana y mi viejo camina como si llevara puesto su armadura)

Mi viejo, “mi querido viejo, que ahora NO camina lejos…” (Porque después no sabe donde está) mientras está maniobrando en la cocina con el pescau, cebolla, limón, me va contando que los peruanos, allá por los años cuarenta no sabían comer pescado crudo, pulpo, cangrejos, choros, ni las algas. (Me lo cuenta como si el ceviche fuera su invención)

Mientras le va dando el punto de sal continua con su relato y yo le escucho como si fuera la primera vez, -la comida nikkei, empezó allá por la década de los veinte en los restaurants cafetines y bares de aquel entonces, en la década de los cuarenta, cuando yo estaba chico y vivía en av. Abancay, de cuatro tiendas en Lima, tres eran de japonés, no te acuerdas? (empieza a confundirme con alguien) le contesto -no, no me acuerdo viejo, yo no había nacido…continua,-¿lo que sucedió después? …ya sabes, nos quitaron todo…

Este dialogo debe ser común dentro de las familias nikkei, el despojo de bienes y la persecución de los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial

Dejo a mi viejo que siga disfrutando de su ceviche, mientras le sirvo la mitad de una Cuzqueña heladita… continuemos con lo nuestro, llego los años sesenta y empezaron a aparecer los sushis tradicionales en Lima, después de los ochenta hasta la década actual, llego el boom “japomania” por mencionarlo así, los chefs peruanos, propulsores de lo gourmet, encontraron un plato atractivo, que llamo la atención de los comensales, con identidad propia, muy diferente a los de Japón, a mí, particularmente me destellaron los ojos, al ver el desfile de platos (misma marcha en Fiestas Patrias) de la gran variedad del “sushi peruano” que también debería llevar la “Marca Perú”, es una de las delicias más exquisitas, que la cocina peruana haya creado

Los rolls, los makis, los acevichados, los tiraditos, son una gama de colores, sabores, y con una presentación perfecta, para la fusión perfecta, que deleita tanto el paladar como la vista, los chefs peruanos son de “calidad de exportación” (para quien critique lo contrario, primero pruebe o deje de ser peruano)

Especialmente no puedo olvidarme del “acevichado”, un roll atractivo en colores, montado de finísimo camote dorado frito al hilo, muy crocante, combinándose con el pescado suave, el arroz y la salsa agria (díganme si no se les hace agua la boca)

Le doy gracias a mi abuelo ese samurái medio loco, que dejo su katana y su armazón, para viajar a tierra tan lejana, con solo una bolsa de tempura y su inseparable samisén,

(Igualmente a todos los inmigrantes japoneses, por el coraje, valentía, y por haber gambatteado como lo hicieron, en el país adoptivo)

Mis abuelos de padre y madre, me dejaron sus buenas costumbres, mi raza jalada, una bandera con los mismos colores rojo y blanco, con ello me dieron también un corazón que se emociona y vibra por mi patria cada vez que escucho ¡PERU!, y aunque ahora me encuentre fuera de mi tierra, prometo volver pronto con mi bolsa de alfajor en mano y mi inseparable guitarra de cajón, porque Samurái en siglo 21, ¡es perucho de carne y hueso!