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domingo, 24 de junio de 2012

VOLVER A NUESTRAS RAÍCES

Por: Shigueru Sakuda.
En Japón, el lugar donde residimos por lo general está caracterizado por la fabrica en la que uno desea trabajar y por vivir lo más cerca de los familiares, entonces es normal que con los nuevos amigos no haya mucha afinidad.
Por ejemplo, si te gusta leer o tomar fotos es probable que no encuentres a nadie que comparta esa afición. Así, uno se va metiendo o entrometiendo en actividades grupales donde se une gente que por el pequeño universo de nuestra comunidad persiguen objetivos diferentes, y lejos de ser un proyecto colectivo se convierte solo en el interés personal de algunos y se termina consiguiendo el efecto contrario: desunir.
De igual modo te topas con ocasionales amigos, y no estoy criticando ya que la mayoría está aquí para trabajar en fábrica y ahorrar lo más que se pueda, por lo que aparte del trabajo existe una falta de compromiso del cual ya mucha gente se queja, el yo te lo hago, yo te lo presto y yo te lo devuelvo salen con la misma facilidad de la boca como la indiferencia en cumplirla.
La moda de las redes sociales cambió este panorama ya que vas conociendo personas que aún estando en otras ciudades tienen objetivos y caracteres similares, con quienes puedes intercambiar opiniones, aprender, enseñar, probar y experimentar y con quienes dan ganas de compartir y por supuesto de avanzar.
Sucedió hace poco con un amigo, con quien al principio fue una amistad virtual, me pidió que lo acompañara a una comisión, y dentro de las limitaciones del trabajo me explicó con franqueza: esto es así y esto es lo que hay. Lo acompañé y pagué mis gastos. Lo que me interesaba era, y sigue siendo, practicar la fotografía.
Conversábamos en el tren y tratamos este tema. Le decía que para quienes trabajamos en fábrica y con familia que mantener, avanzar solos es muy difícil ya que se necesita del salario estable en este país que tiene un alto costo de vida, por lo que la mejor forma es ayudarnos mutuamente a lo que él me respondió: “Volver a nuestras raíces tal como lo hicieron los japoneses, nuestros abuelos, que llegaron al Perú”.
Desde ese día se me quedó grabada la frase y recordé una vivencia del restaurante de mi papá, en la que mi Oba (abuela) compraba café en granos y lo molía para luego venderlo por kilos a los restaurantes y cafetines de los japoneses de la zona. Era la forma de ayudarse sin importar que fueran competencia, sin pensar en quien tenía más clientes, ni el mejor carro ni la casa más cara.
No pretendo cambiar con este escrito la forma de pensar de toda nuestra comunidad ya que sería una ridiculez de mi parte pero si puedo repetir una genialidad de mi súper héroe favorito quien dijo: ¡Síganme los buenos!....

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