Hace poco, en el lugar donde estoy trabajando y del cual ya les comenté hace un tiempo atrás nos encontrábamos en la hora del descanso del medio día cuando entre conversación y bromas, surgieron dos anécdotas que mis compañeros Miguel y Jackson contaron, y como todas las anécdotas que nos suceden cuando llegamos a Japón nos llenó de risas y carcajadas.
Sin más preámbulo,
tratare de graficarles lo mejor posible, lo que con tanto ímpetu y
ganas, lo oí de los protagonistas.
Miguel el numero
tres, nos contaba (supongo que imaginaran que existen otros dos en mi fabrica,
y si, así es. Miguel cabeza y Miguel "hay que
rico").
Pues bien, que
apenas tenía 3 meses de estar trabajando aquí en Japón, cuando
llegó su hermana de Perú y él se moría de ganas por
ir a visitarla. Menudo problema, pues no sabía bien el idioma, y por el
poco tiempo en estas tierras, no se manejaba bien, para trasladarse de un lugar
a otro. Corrían los años 90, otros tiempos que muchos aún recordamos.
Mi amigo se aventuro en tratar de ir desde la estación de Hon
Atsugi, hasta la estación de Ohira shita, en Tochigi. Si bien no sabía
cómo haría, cogió el último sueldo integro (más o menos 400 mil yenes)
y pensó que si llegaba a perderse, al
menos podría regresarse en taxi.
Subió al tren
nervioso, pero decidido, y luego de un buen tiempo transcurrido llego
a su destino.
Cuando ya estaban
anunciando el nombre de la estación a la que él se dirigía
se percató, que era el único que se levantaba de su asiento, y lo que
más le inquietó, fue ver también que era el único que
se bajaba del tren, pero lo peor de todo era que
la estación estaba en medio de la nada.
No había
absolutamente nada en los alrededores, pensó en pedir ayuda a los encargados de
la estación pero esta estación era tan pequeña, que ni
encargados habían, en el lugar de la salida, solo estaba una caja pequeña
donde colocar los boletos.
Aun extrañado y
sin saber qué hacer, trato de buscar ayuda por los alrededores, que por cierto parecía
un pueblo fantasma, pues no había gente por ahí, hasta que pasó una señora, la
cual mi amigo Miguel abordó, pidiéndole ayuda de la siguiente manera:
- Basu , basu
doko? (donde hay bus?)
- Nai, nai. (Le
contesto la gentil señora)
Miguel no se dio
por vencido y volvió a la carga.
- Tacshi, tacshi.
A lo que la gentil
señora, le entendió gracias a Dios y lo llevo caminando hasta llegar a lo que sería
un paradero según su deducción, en el lugar había un asiento de bus, un botón
puesto en un poste, y en la parte superior de este un parlante, tipo megáfono.
Ella le dijo
varias palabras que no comprendía, pero entre ellas el entendió
"push", "push”, y ella señalaba el botón.
Lo hizo, temeroso,
y escucho una voz que empezó a hablarle en japonés, y mi amigo
me cuenta el roche que tuvo cuando, mirando al parlante por el cual se oía la
voz, no le quedo más remedio que decir: nihongo wakaranai (no se japonés),
"Te juro que me sentía estúpido estar hablándole
al parlante, y encima decirle que no sabía lo que me decía, pero parece que del
otro lado me entendieron pues al poco rato apareció un taxi. Luego de muchas búsquedas,
logramos llegar a mi destino y después de mucha espera en la puerta, (pues mi
hermana había salido a pasear) pude verla”
La siguiente
historia, como les comenté líneas arriba es de nuestro amigo Jackson, el recién
había llegado de República Dominicana, y su esposa que ya tenía más tiempo en
estas tierras le propuso dar un paseo para que conociera más y esto fue lo que sucedió...
“Mi señora me dice:
-vamos a pasear en densha.
- Y que e eso
mija?
- Pasear en tren
amor.
Y así hicimos,
salimos y llegamos a una estación que no recuerdo como se llamaba, y estábamos
parados a que llegara el tren. Apenas llego, yo me monto en el, había mucha
gente subiendo, y aquí viene lo bueno, que se cierra la puerta y mi mujer que
no llega a subir. No te imaginas hermano la desesperación en ese momento, la
mujer tenía todo el dinero y lo que es peor, yo sin saber hablar nada de nada
de japonés. Lo siguiente fue como de película, yo desesperado dentro del tren y
ella corriendo afuera, al lado del tren diciéndome que bajara en la siguiente estación.
Pues eso hice,
bajé en la estación siguiente, (más adelante me enteraría que la estación se
llamaba Shinjuku).
Y ahí me quede
esperando a que llegara el siguiente tren, y el siguiente y el siguiente y mi
mujer nada de llegar.
Dios mío, esa
estación sí que es grande!, parece más grande que el aeropuerto de mi país !
Me decidí en ir a
preguntar a uno de los tipos que estaban ahí uniformados, me acerco y le
pregunto:
-Do you speak english?
Y el japonés que
me dice y me hace señas con las manos que no entiende el inglés. Y en esas me
encontraba cuando no sé cómo oigo por los parlantes mi nombre, Jackson san.
Y yo le empiezo a
decir al japonés y haciendo señas con mis manos:
Jackson san yo,
Jackson san soy yo! Ya estaba desesperado cuando de pronto me entendió, el
japonés tomo un teléfono y estuvo hablando un buen rato, hasta que cortó y
empezó a decirme no se qué cosas, lo único que entendí por lo que el japonés
señalaba, era que debía bajar unas escaleras , luego subir otras por otro pasaje,
y eso intente hacer...
Pero nada, de nada, más perdido y sin saber qué hacer , volví
donde el japonés y este se habrá compadecido de mi, o de mi cara, pues,
gentilmente me acompaño. Bajamos las escaleras señaladas, avanzamos por un
pasaje, doblamos no recuerdo cuantas veces, volvimos a subir, hasta que
llegamos, donde debías llegar, y ahí por fin el alma me vino al cuerpo. Veo a
mi mujer que viene corriendo a mí, con lágrimas en los ojos, y nos dimos tal
abrazo y más de un beso, que la gente que pasaba se nos quedaba mirando.
¿Sabes cuánto
tiempo había pasado desde que nos separamos?
3 horas hermano. Y
yo le pregunte a mi mujer que porque lloraba, y ella que me dice:
Qué le iba a decir
a tu familia, que a las dos semanas te me perdiste... Ese paseo sí que fue
inolvidable!
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