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domingo, 13 de enero de 2013

Recordando a los amigos de siempre.

Por Jose Luis Miyashiro




Dicen que los mejores recuerdos son los de la época del colegio... No lo sé, pero que tengo recuerdos verdaderamente entrañables de esa etapa, sí que los tengo. Basta con leer el post "A los amigos de siempre" para que tengan una idea de lo que les hablo. En esa oportunidad conté algunas anécdotas que me tocó vivir, pero justo hoy conversando con un amigo (que menciono en el post anterior) me hizo recordar una que había olvidado...

Eran tiempos de terrorismo, coches bomba por doquier, las famosas batidas y para completar toque de queda.

Si volvemos la vista atrás parece que hubiera sido hace un siglo, y a veces no queremos recordar momentos tan difíciles. Pasamos tanto tiempo soportado lo mismo que lo fuimos incorporamos a nuestras vidas diarias. Y en ese ambiente de miedo, pese a todo, nos dábamos maña para reunirnos y conversar (léase tomar) y pasarla bien.

La reunión de aquella tarde era distinta, festejábamos la despedida de un amigo que el ejército lo estaba enviando a Ayacucho, la zona más caliente y peligrosa de ese tiempo. Todos, muy dentro de nosotros estábamos nerviosos, y a pesar de que no queríamos admitirlo, teníamos mucho temor por el futuro de nuestro amigo.

Para distender las tensiones el bromista del grupo, el "Cabezón", le decía a Snoopy , que era quien se iba:

- No te preocupes hermano, yo te aseguro que vas a regresar... con una pierna menos, no sé; pero de todas maneras regresas.

Todo el mundo, sin excepción, soltó la carcajada, pero... la tensión estaba presente.

Pues bien, copas van y copas vienen, acelerados como estábamos ya no había con que seguir llenándolas, así que salieron a comprar más, fueron Snoopy, Cabezón y Crunchi.

Estaban en camino cuando apareció la famosa batida y a mis tres amigos también se los iban a llevar. Crunchi se puso a discutir con el policía, explicarle que tenían derechos, que no los tocaran, etc. Pero fue en vano, la suerte estaba echada. A todos se los llevaban a la comisaría de la Av. Perú, cerca de donde nos encontrábamos. Ellos tenían que subir a una combi (pequeña camioneta de transporte público), primero fue Snoopy, luego el Cabezón y al final cuando le tocaba el turno a Crunchi, él no quería, o al menos eso parecía. El policía molesto lo empujaba y hasta empezó a pegarle, pero Crunchi nada de subir, felizmente estaban mis otros dos amigos, quienes le dijeron a los uniformados que si Crunchi no subía al carro, no era porque se estuviera resistiendo, sino porque tenía una pierna mala.

De seguro que sin no hubieran estado ellos, lo molían a palos al pobre Crunchi. Solo quedaba esperar, si había suerte y conocidos lo veríamos pronto de regreso.

Ya en la delegación policial y después de pasar revista con el comisario, los dejaron irse a casa 15 minutos antes del inicio del toque de queda.

Como imaginarán, cuando llegaron ya estábamos durmiendo, tardaron tanto que el sueño nos venció.

Después de ese día solo esperábamos que Snnopy retornara. Gracias a Dios las palabras del Cabezón se cumplieron, Snoopy volvió sano y salvo y lo que fue mejor, completo.


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