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miércoles, 20 de abril de 2011

INTERCAMBIANDO FIGURITAS

POR IVAN BALLON CARRANZA

Aquí se ha iniciado la campaña de colección de figuritas con fotos de los jugadores de la liga nacional de fútbol. Salí del supermercado en donde las regalan luego de comprar insumos por un valor mayor a lo decente o a lo que uno necesita. Un grupo de niños que esperaban a todos los clientes para abordarlos y pedirles los sobrecitos me trajo recuerdos y me transportó en un segundo a mi niñez.

Recuerdo que en el Perú pasé por una etapa de coleccionista. Tenía muchas colecciones incompletas, por ejemplo la colección de culturas antiguas y pre-hispánicas como la Inca, Maya, Azteca, Egipcia, con figuritas con las fotos reales y a todo color de los faraones o de los 14 Incas, recuerdo que nunca llegué a conseguir las de ¨Huayna Capac¨ , ¨Sinchi Roca¨ ni de ¨Lloque Yupanqui¨, en la sección Azteca me faltó la foto de ¨Cuauhtémoc¨ y en la Egipcia la de ¨Tutankhamun¨. Recuerdo las colecciones aquellas del campeonato mundial de fútbol de 1974 con fotos de los jugadores; de la fauna y flora peruana, de los presidentes del Perú, que incluía una sección peculiar de tiranos y golpistas o la gran colección religiosa que me obligaron a coleccionar en la escuela con los 17 apóstoles (¿o eran 5?) y los 8,247 santos que contaba en ese entonces el Perú. Pensé que habían 8,248, pero hace una semana, me confesó mi mejor amigo de barrio (bién católico él) que lo que me contó de ¨San Puta¨ era una broma y que realmente no existe. Recién ahora entiendo porqué me expulsaban tanto de la escuela.


Jamás llegue a llenar un álbum completo. Siempre que compraba un sobre de 3 figuritas después de haber ahorrado algún centavo rebuscando la cartera de mi mamá, las tres me venían repetidas. Me salía fuego por todos lados y mi sangre llegaba casi al punto de cocción. Al igual que yo, habían muchos niños frustrados. Yo soy muy pacífico, pero otros exteriorizaban su cólera con violencia, a pesar de que ninguno llegaba a los 8 años de edad.

Naturalmente que luego de la frustración de abrir los sobres, empezaba el intercambio y se veían grupos de niños rodeando a uno que sorteaba su colección de repetidas y solo se escuchaba en vulgo infantil: ¨Yala¨ ¨yala¨ ¨yala¨ o ¨Nola¨ ¨Nola¨ ¨Nola¨…es decir.. Chaaaa la tengo o Noooo la tengo. Un ¨Nola¨ significaba negociar el intercambio y el aumento de adrenalina entre los postores. Los problemas empezaban cuando varios niños buscaban exactamente la misma figurita. El fanatismo los llevaba a medir sus fuerzas a puños, patadas o simplemente salir corriendo con la figurita en mano perseguido por el dueño y el resto de postores de la misma.

Jamás olvidaré el día en que dejé de coleccionar. Tuve una riña terrible con mi amigo Jaimito de 7 años de edad. Peleamos por la figurita del gran ¨Pelé¨.

Le ofrecí la figurita con la foto de otro jugador del mismo color y tamaño impresionante de labios (Bembón), pero Jaimito quería mi figurita de Pelé cueste lo que cueste.

Ví su puño llegar a mi cara y me dolió. Le dije: "Esto no se queda así; esto se hincha", pero nada contuvo su bestial arremetida. Cuando Jaimito me quitó a ¨Pelé¨ de las manos, olvidé el dolor y las enseñanzas hasta entonces adquiridas sobre amar al prójimo. Algunos testigos afirman haber visto salir humo de mis fosas nasales y oídos y otros menos exagerados afirman nunca antes haber visto cambiar de color a un niño de verde a morado pasando por amarillo y anaranjado.

No me acuerdo mucho de los detalles de la pelea, solo sé que terminé con rotura de labio, fractura de cúbito y peroné, ojo izquierdo totalmente hinchado y sin 2 dientes de leche. A Jaimito le tuvieron que extirpar 15 de los 27 sobres que le hice tragar, solo se alimentó con sonda durante 2 semanas y solo decía SI o NO parpadeando. El cirujano que lo operó y supo de la bronca, buscó a ¨Pelé¨ para su propio hijo, pero fue en vano. ¨Pelé¨ ya había pasado del sistema respiratorio al digestivo y sería eliminado por poder natural y no con una tarjeta roja en un partido de fútbol como podría pensarse.


El incidente alcanzó los titulares de los diarios locales y hasta las prédicas de algunos curas, por doquier se escuchaban los eternos `Dios mío, qué muchachos`. Se inició el debate socio-político y hasta la iglesia quiso intervenir con sus recomendaciones siempre tan oportunas. Un acostumbrado golpe de estado hizo que la atención nacional tome otro rumbo y que el arzobispo de turno cierre el quiosco eclesiástico por un tiempo mientras otros eran deportados o desaparecidos. Todos quedaron atónitos.

Lo que deben haber sufrido nuestros padres. Los padres de Jaimito despertaron del desmayo luego de 4 días y mis padres recobraron el habla luego de 20 y aún ahora cuando mi hija me habló de coleccionar bolsitas de azúcar, tartamudeé y me dió hipo.

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