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martes, 1 de marzo de 2011

PANCHITO

POR IVAN BALLON CARRANZA

Desde no hace mucho tenemos un perrito en casa. Se llama "Panchito". Panchito llegó a dar entretenimiento a mis hijas y a mí en estos tiempos sombríos.

Personalmente pienso que es una belleza de animal. Parece una bola de nieve o peluche con bastante pelaje.

Panchito llama la atención de todo el mundo, literalmente hablando. Niños o adultos, hombres o mujeres, de todas las edades o nacionalidades, tamaños colores o religión, Todos tienen que hacer un alto y acariciar al perrito que dicho sea de paso se hace querer por lo juguetón, acercarse siempre moviendo la cola en señal de sumisión y amistad.

Con esto no quiero decir que todo aquello que mueva la cola sea amistoso.

Existen conjeturas en cuanto a su raza. Es un cruce entre un no sé qué con otro no sé qué.

Tiene algo de hipopótamo por lo gordito, de oveja por el pelaje, de oso por su color moteado, de león por cómo juega y ruge, de indio andino por lo terco, de negro por lo a veces bruto, de suegra por cómo ladra y jode, de limeño por lo tragón y de brasileño por "o mais bonito do mundo".

Ayer, Panchito se acercó a un bebito de 1 año, 7 meses y 13 días (según el acalorado padre que me gritó). El niño se asustó y se puso a llorar porque para él Panchito es naturalmente un animal muy grande. Panchito, al escuchar los "Ey perro sucio "...pero dichos en Holandés, cambió de rumbo hacia el padre y se le acercó con la misma candidez de siempre. Este, maldito degenerado y lleno de cólera, sin bacilar le metió un puntapié al inocente perro que lo hizo volar cerca de 30 metros haciéndolo aterrizar en unos matorrales.

Yo, que en ese preciso momento me había acercado al bebé para que Panchito no se le acerque mucho y evitar que se asuste, sentí cólera e impotencia al no poder evitar el “Golazo” que acababa de meter ese acalorado padre con mi Panchito. En una reacción casi de puma andino y nada bíblica me acordé del código de Hamurabi (pa' los ignorantes: "Ojo por Ojo, Diente por Diente") y decidí meter otro “Golazo” con el bebito del salvaje aquel.

Lo que no debí hacer es levantar los brazos y correr sonriendo a unas inexistente tribunas llenas de un inexistente público que gritaban un inexistente GOOOL.

Ambos jugadores fuimos a recoger "la pelota" desde el fondo del arco (léase de los matorrales).

Mi única satisfacción es que mientras mi Panchito me recibió moviendo la cola y lamiendo mis manos como siempre...aquél bebito estaba morado, vomitando  y con el sello de "Adidas" de mis zapatillas que quedó estampado en su barriguita.

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