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sábado, 5 de febrero de 2011

ISLA TAQUILE, LAGO TITICACA,PUNO (Día 3/3)


Por Daniel Esteves

Después de permanecer una noche en Amantani con la familia de Soledad, partimos a las 8am hacia la isla de Taquile. Tras recorrer más de una hora por el inmenso manto azul, llegamos a la isla. Nos recibió un cielo febril con signos de agonizantes pesares. Minutos más tarde, se reafirmó el cielo con lluvias. El capitán de la nave, que el grado lo obtuvo por idas y venidas de Puno a las islas, nos decía que aun permanezcamos en nuestros asientes un cuarto de hora más hasta que llegue su fin la lluvia. Al rato, la lluvia disminuyó y le dio la razón al capitán y emprendimos la caminata.

Fueron treinta minutos de subida por caminos formados de piedra y del vago olor a muña, planta aromática que anteriormente lo había mencionado, ideal para combatir el mal de altura y problemas estomacales. Por el camino se encontraban niños de pies descalzos y caras rojizas, vendiendo pulseras y tejidos, que librándose de la lluvia, permanecían debajo de las calaminas de las casa ceñidas al camino. A pocos metros del camino, se presenciaba ovejas inanimadas, que daban la sensación de estar disecadas por el frío imperante de la zona.


Llegamos al centro de Taquile. Una pequeña explanada y solitaria  de monumentos pero llena de turistas, rodeada de casas que revelan su antigüedad, en su mayoría de color ladrillo y en ellas, vendedores de alimentos y objetos. Solo se puede encontrar una imponente edificación de material noble con lunas polarizadas que representa la municipalidad, y que saca de cuadro a toda la plaza llena de casitas y de una pequeña capilla que en su mayoría están hechas de construcciones austeras y cautivantes que se enlazan admirablemente con la naturaleza y lago Titicaca.
Luego de comprar algunos adornos  y fotografiar, fuimos a un restaurante donde comimos trucha con arroz y ensalada y su infaltable mate de coca o muña. La lluvia se detuvo y bajamos hacia el otro lado de la isla para llegar al puerto y emprender el viaje hacia Puno.








Al descender a la isla, llegamos a las embarcaciones y nos fuimos hacia Puno. El agua del lago Titicaca es muy limpia. Por ello, a mitad de camino, le dije al capitán que quería nadar en el lago y me recomendó que podría hacerlo pero más adelante. Cuando me lancé y estuve flotando por unos minutos, sentía mi cuerpo tan álgido que intentaba de hablar y no podía. Sentía que mi pecho y voz se abstenían, y es que es difícil hablar o formar un monosílabo a 4900 msnm y a 13° centígrados que registraba las aguas del Titicaca. Lo recomendable es estar solo 5 minutos. Al estar en la embarcación, el sol me refresco y reparó mi frió cuerpo. 







Dos horas más tarde, llegué a Puno, y hacia mucho frío. Todos estaban muy abrigados, la temperatura notablemente había descendido y era el único con short y sandalias. Sentía miradas que emitían comentarios sobre mi apariencia. Un niño se acercó para venderme unos adornos autóctonos y después de negarle, me dijo: ¿No tiene frío? y le dije que no. Luego me dijo, ¿usted está enfermo? Le dije que no e inmediatamente me vestí y me abrigue con una chompa. Me observó y se fue. Éste fue el ultimo recuerdo de mi viaje a Puno.

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