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jueves, 2 de diciembre de 2010

ANGELES QUE LADRAN

Por: Mimi Lou Mei


Hace pocos días le conté a mi esposo que había escrito un artículo acerca de la depresión bajo el nombre de pluma Mimi Lou Mei.  Espere que me contestase cualquier cosa excepto una de sus famosas ocurrencias: “…con un nombre como ese cualquiera estaría deprimido…”   Y aunque debo aceptar que la mezcla de esos tres nombres suena un poco a comida de chifa, cada una de ellas, Mimi, Lou, y Mei han sido mis tres grandes compañeras y mi mejor medicina en esta larga jornada de turbulencia emocional.  Es por eso que creo que les debo a ellas tres el mencionar que tome prestados sus nombres,los cuales son para mí el símbolo del más puro amor incondicional.
    Sin embargo, no soy solo yo quien se ha beneficiado del poder curativo de los perros.  Diferentes estudios en universidades de Estados Unidos, Australia, y China, han demostrado que el poseer una mascota ofrece grandes beneficios para la salud tanto física como emocional; y que los mayores beneficios los recibían especialmente quienes contaban con la compañía de un perro.
     Hasta hace poco se creía que los niños que crecían con animales en sus hogares tenían mayores probabilidades de desarrollar alergias; sin embargo, el Dr. James E. Gern de la universidad de Wisconsin demostró lo contrario: aquellos que habían sido expuestos a animales durante su primer año de vida tenían en la sangre menos índices alergénicos, lo que se traduce en una menor probabilidad de contraer algún tipo de alergia respiratoria e incluso asma. También se ha demostrado repetidamente que los niveles de colesterol, triglicéridos, y presión arterial son más bajos en las personas que tienen un perro en el hogar, y que dichas personas viven por lo general más años.
    En cuanto a los beneficios emocionales, basta decir que son numerosos y continuamente se descubren más.  Quienes sufren de depresión leve o moderada muchas veces son capaces de salir del estado depresivo con el solo hecho de tener y acariciar a un perro.  Esto se debe a que el contacto con la piel suave del animal hace que el cerebro produzca más serotonina y endorfinas, que son precisamente los neurotransmisores que los medicamentos antidepresivos incrementan en la sangre.  Los pacientes de Alzheimer tienen menos episodios de angustia emocional, y los niños con casos de autismo leve, muchas veces logran superar dicha enfermedad con la ayuda de los perros.
     Es cierto que los perros representan un gasto extra y horas de trabajo en sus cuidados.  Quienes tenemos perros sabemos por experiencia lo costoso que puede resultar una visita al veterinario o la cantidad de tiempo que pasamos bañando, cepillando, cortando unas y pelaje enredado.  Aun así, todo esto palidece en comparación a lo que los perros nos ofrecen: compañía constante, amor incondicional, y sobre todo el hecho de ser aceptados con nuestras virtudes y defectos.  No importa cuán difícil fue nuestro día en el trabajo o con cuánta gente nos peleamos durante el día.  Es imposible el mantener un estado de ánimo lúgubre cuando llegamos a casa y nos recibe una pequeña criatura que mueve la cola tan rápido que parece un helicóptero a punto de despegar.
     Mimi, Lou y Mei han estado conmigo en los momentos más difíciles de mi vida.  Ellas han estado allí cuando tuve que alejarme de seres queridos, tanto temporal como definitivamente.  Ellas estuvieron allí cuando llore o necesite de compañía y afecto.  Y aunque a Mimi la perdí hace ya más de tres años, Lou y Mei han sido las primeras en notar cuando mi depresión parecía estar empeorando.  Aun cuando trataba de fingir para no preocupar a mi esposo, Lou y Mei han tenido siempre un sexto sentido para saber cuándo necesitaba que me dejasen tranquila para recuperar mi equilibrio, o cuando me sentía tan sola que las necesitaba junto mí.  Y cuando caía en estados de apatía en los que solo quería dormir o leer para no pensar en nada, ellas llegaban a mí, demandando el que las sacase a caminar o jugase con ellas.  No importaba si me molestaba con ellas, las gritaba, o trataba de ignorarlas.  Ellas continuaban insistiendo hasta que me obligaban a moverme, salir de mi apatía y volver a conectar con el mundo exterior.  Es cierto que los medicamentos me han ayudado muchísimo, pero a las finales, creo que mi camino a la normalidad no hubiese sido posible sin estos dos angelitos de amor
     Y antes de terminar este pequeño tributo a mis angelitos que ladran, quiero narrar uno de los logros más grandes de Lou y Mei.  Los vecinos que viven en la casa del costado tienen dos hijos.  Una muchachita ya adolescente, y un niño de probablemente 7 u 8 años.  Este niñito es bello, de rulitos dorados y una sonrisa angelical.  Por alguna extraña razón, Lou y Mei se enamoraron de el a primera vista.  Cada vez que lo veían, corrían hacia el a saludarlo y tratar de lamerle la cara.  Aunque me preocupaba un poco ya que Lou probablemente pesa más que mi vecinito, y temía que lo tumbase al piso con su peso, también note que el padre sonreía y parecía agradarle el que su hijo interactuase con ellas.  Un buen día, cuando mi esposo se hallaba a la entrada de la casa con Lou y Mei, el niño se acercó a acariciar a mis angelitos  y le pregunto a mi esposo si podía colaborar con él y comprarle una rifa para una actividad de su escuela.  Sin pensarlo dos veces, mi esposo compro un boleto y luego se olvidó de ello.  Dos o tres días después, cuando el padre del niño se encontró con mi esposo a solas, vino a agradecerle con lágrimas en los ojos.  Lo que nosotros no sabíamos era que nuestro vecinito había sido diagnosticado con un tipo de autismo y por ello solo hablaba con sus padres.  No hablaba en la escuela, con profesores o compañeros, ni siquiera con su misma abuela.  Al parecer, el tener a Lou y Mei con él le proporcionaron el puente de comunicación que necesitaba para abrirse y hablarle a alguien más.  Desde aquel día, hemos oído que nuestro vecinito ha hablado con su abuela, y cada vez que ve a mis perritas, le habla a Lou.
     No sé si fue casualidad el que Lou y Mei se encariñasen tanto con él o si sencillamente presintieron que eran necesitadas.  Tampoco sé si en algún momento al niño lograra salir completamente de su estado de autismo.  De lo que si estoy convencida es que fueron ellas quienes facilitaron el primer paso.  Y aunque para muchos suene a locura, también estaré siempre convencida que Dios nos envía ángeles disfrazados de mil maneras para ayudarnos en nuestras vidas, una de ellas como pequeños ángeles que ladran.

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