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viernes, 24 de diciembre de 2010

INSOMNIO

POR DANIEL ESTEVES
El insomnio o agripnia me atrapa en ciertas noches y me toma en los momentos lúgubres. Para huir de ella, intento maquinar diferentes técnicas fantaseadas en mis momentos de desorientación y, además, juzgadas como absurdas –para el común denominador- para solventar ese momento de turbación. Unas de ellas es, dirigirme y desnudarme en esa especie de cabina donde nos enfrentamos las mañanas para bañarnos y recibir por medio de un instrumento que regurgita, el liquido diáfano y viajero que nos visita a miles de kilómetros y que finaliza por nuestro cuerpo y se impregna para renovarnos e higienizarnos, y que luego fenece pringoso en las cloacas. Pero, además de eso, Franz Liszt se despierta para componer el Liebestraum o a veces aun mejor lo hace Brahms y en ciertos momentos Mozart, cuando su capricho despierta. Esta amalgama de sensaciones, como percibir el líquido álgido y viajero, el silencio imperante de la madrugada y a Brahms, procrea una gran sobredosis de distensión y sosiego que pocas veces coexiste y es el mejor somnífero, después del alprozolam, los comprimidos genéricos y, en algunos casos, los nobles consejos del gran Mariano Querol. Pero a veces viene lo peor, cuando mis cortinas oculares descienden, aparecen mi sorpresivo despertador aéreo, pero no son de esos electrónicos, tampoco de los modelos de Cristiaan Huygens, creador del reloj a péndulo, ni de esos antiguos que salía un ave en una caja de madera, emitiendo sonidos como” cucu-cucu-cucu” y luego escondiendose en el interior de la caja como huyendo de una escena de cacería. Sino, es un despertador que no lleva pilas, ni seria capaz de ingresar a mi habitación por las grandes dimensiones que posee, menos a mi sala y menos en la pequeña y angosta calle donde vivo hace años, sino es un despertador que cada día presenta diferentes nombres, se manifiesta en diferentes horarios y funciona a combustible, posee turbinas y un motor potente: los aviones. Ese es uno de mis despertadores aéreos y son también de todos los sanmiguelinos y son los que me despiertan animosidad, porque son causantes, que mi insomnio se extienda hacia otras zonas. -A veces el insomnio tiene nombre y apellido, me decía P. con aires de veteranía, pero a veces pienso que ese insomnio es mi homónimo que quiere manifestarse en esos momentos en que el silencio se presente a merced de la lucidez y busca lo sombrío para manifestarse como seres llenos de clarividencia, penetración y fulgor en los ahondados vacíos que todos poseemos y que se visten con caretas para ser irreconocibles. Pero hay algo que desea hablar, pero no puede y se siente impotente porque sabe que es la hora en que las olas y los grillos murmuran más fuerte y cualquier ruido, es capaz de romper el silencio taciturno y melancólico.


Si desean leer mas del autor, lo pueden hacer en: vozescondida.

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